La ciudad en que el reloj se detuvo a las 2:28 p.m.

La ciudad en que el reloj se detuvo a las 2:28 p.m.

 

Este post va dedicado a mi hermano Sergio, quien es ingeniero civil y de quien estoy muy orgullosa, aunque no se lo diga muy seguido y lo joda porque es la única persona que puede demostrar pasión al hablar de algo tan aburridamente técnico como concreto y postensado.

 

El reloj se detuvo a las 2:28 p.m. Se detuvo para Gong Tianxiu, una empleada del Banco de Agricultura de Beichuan, cuando entre los escombros escuchó las últimas palabras de su marido, quien estaba a punto de morir luego de haberle salvado la vida:

-No te podés morir sin haber encontrado a nuestro hijo.

No te podés morir. No te podés morir. No te podés morir. No te podés morir. No te podés morir…

Cuán poderosas tuvieron que haber resultado esas palabras para esta mujer de cuarenta y seis años. Cuán poderosas para sobrevivir con el cadáver del hombre que alguna vez amó a su lado por horas y horas. Cuán poderosas tuvieron que haber sido como para que ella agarrara una piedra y, quizás en un duelo con la naturaleza por probar quién es más fuerte, decidiera quebrarse una pierna y cortársela solo para beberse su propia sangre, con el objetivo de mantenerse hidratada hasta que, por fin, alguien la encontrara atrapada en ese interminable minuto de las 2:28 p.m. del 12 de mayo de 2008.

 No te podés morir. No te podés morir. No te podés morir. No te podés morir. No te podés morir… No te podés morir sin haber encontrado a nuestro hijo.

Seguro que, si uno guarda mucho silencio, aún puede escuchar esas palabras frente a las ruinas del Banco de Agricultura de Beichuan, de cuyo cadáver arquitectónico lo único que aún lo distingue de que alguna vez fue un banco es uno de esos tradicionales leones que los chinos suelen poner a la entrada para espantar a los malos espíritus, de forma tan tristemente fallida en este caso, en que la desgracia surgió justo desde el suelo, sin necesidad alguna de entrar por la puerta.

 

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***

 

Earthquake… Ruins… Old Beichuan… tecleo yo en el traductor de mi teléfono, intentando hacerme entender por la recepcionista de un hotel en la Nueva Ciudad de Beichuan.

Si hay algún momento en que he dudado del poder omnisapiente de Google, y en que más me he sentido frustrada con mis nulos conocimientos de mandarín (y ojo, que en China esas oportunidades ABUNDAN), es este. Porque en esta ciudad nadie parece entender a dónde quiero ir ni, mucho menos, por qué quiero llegar hasta ahí.

 

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Sí, aquí quería venir yo: la ciudad destruida de Beichuan. Provincia de Sichuan, China.

 

Ahora se me ocurre que debí haberles escrito “2:28 p.m. del 12 de mayo de 2008” y capaz que me hubieran entendido a la primera, porque venir a Beichuan no es viajar en el espacio: es viajar en el tiempo.

Pero ¿qué es Beichuan y por qué quiero tanto ir ahí?

Beichuan, como les cuento, es una ciudad donde el reloj se detuvo a las 2:28 p.m. del 12 de mayo de 2008. Ese día, a esa hora, un terremoto de ocho grados en la escala Richter sacudió no solo la tierra, sino el tiempo, de manera tan colosal que dejó a esta ciudad perdida en un estrés postraumático perpetuo. Fue aquí donde murió casi una cuarta parte de las noventa mil personas que perecieron ese día, en el que es considerado como el segundo terremoto más mortífero de la historia de China.

 

Terremoto de Beichuan Memorial
Rótulo a la entrada de la ciudad de Beichuan. Provincia de Sichuan, China.

 

Desde entonces, esta ciudad, que se encuentra escondida entre montañas como para ocultar la tragedia de China ante sus propios ojos, está abandonada: el daño fue tanto (unido a avalanchas que se dieron posteriormente al sismo) que el gobierno chino se dio por vencido, decidió que Beichuan jamás se reconstruiría y la dejó tal y como quedó desde esas 2:28 p.m. de ese 12 de mayo de ese 2008.

Los muertos se quedaron atrás, sepultados tal y donde quedaron, estancados en el mismo lugar en que los encontraron esas mortales 2:28 p.m., atrapados entre los escombros de los que nunca saldrán. Desde ahí sus ojos, por siempre abiertos, jamás volverán a ver la luz de una tarde que se hizo eterna. Los supervivientes, por su parte, fueron reubicados veinticinco kilómetros más lejos, en una ciudad totalmente nueva, la Nueva Ciudad de Beichuan, que es la misma en la que encallo yo tratando de comunicarme con la recepcionista de este hotel.

 

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No es mentira que muchos muertos se quedaron debajo de las ruinas. A veces es posible ver lápidas colocadas entre los escombros, señalando el lugar en que alguien fue enterrado por la fuerza de la naturaleza. Beichuan, Provincia de Sichuan, China.

 

Pero eso no es lo único interesante. Lo que a mí me parece retorcidamente llamativo, lo admito, es que eventualmente el gobierno chino decidió que no solo no reconstruiría Beichuan, sino que la convertiría en una atracción turística. Sí, así como lo leyeron: en una atracción turística. Un monstruoso cementerio con mapas, rótulos, los típicos buses eléctricos turísticos chinos y un museo.

 

Terremoto de Beichuan China
Con el fin de hacer Beichuan más seguro para los turistas, muchos edificios están sostenidos por soportes.
Terremoto de Beichuan Sichuan
Además, hay cercas (como la que vemos alrededor de estos edificios) para que uno no se acerque demasiado. Sin embargo, al menos yo he de admitir que a mí sí me dio un poco de miedillo andar caminando por ahí.
Beichuan antes del terremoto
Parte de la “atracción turísitca” es ver fotos de cómo eran los edificios antes del terremoto colocadas justo afuera de cada ruina.
Terremoto de Beichuan Sichuan
Luego, puede uno comparar cómo quedaron después (en este caso, el edificio pasó de tener siete pisos a solo contar con dos).

 

Supongo que ha de ser justamente por eso que yo insisto tanto en llegar hasta Beichuan, mientras intento comunicarme de forma tan inútil y tan patética con la recepcionista de este hotel: porque solo los chinos (y los italianos con Pompeya) he visto yo que sean capaces de hacer una atracción turística de lo que fue una tragedia.

En realidad, esta es una manera típica de resolver las cosas aquí: dejar a los muertos atrás y darles a los vivos una ciudad completamente nueva, construida en cuestión de meses.

Porque a los chinos les encanta construir. Y construir. Y construir. Por eso mismo es China el país de las ciudades fantasma. Así le llaman a las ciudades que construyen los chinos esperando a que su población crezca de manera desmesurada y en las que no vive nadie. Absolutamente nadie. Son ciudades con edificios de apartamentos vacíos. Con escuelas vacías. Con calles vacías. Con paradas de bus vacías. Con esqueletos de concreto vacíos. Son, en fin, ciudades sin alma.

Pero esta ciudad, cicatrizada en medio de un valle en el centro de la provincia de Sichuan, sí tuvo alma alguna vez. La tuvo hasta las 2:28 p.m. del 12 de mayo de 2008. Es esta, por lo tanto, la legítima ciudad fantasma de China. La ciudad de los veinte mil fantasmas, que aún deben de vagar confundidos por sus calles.

 

Terremoto de Beichuan
Más de dieciocho mil personas continúan desparecidas desde el terremoto. Muchas de ellas no han sido localizadas en Beichuan porque, lamentablemente, después del terremoto hubo avalanchas que terminaron por destruir la ciudad.

 

Terremoto de Beichuan víctimas
Frente a las ruinas de algunos edificios, especialmente los estatales, hay fotografías de quienes perecieron en ellos. Este es el grupo de quienes murieron en el Banco de Agricultura, donde trabajaba la mujer con quien esta historia comienza. Beichuan, Provincia de Sichuan.

 

De esos veinte mil fantasmas, centenares son niños. Entre cinco mil y ocho mil niños, que se encontraban en clases al momento del terremoto, murieron aplastados por las llamadas “escuelas tofu”. Se les llama así porque se les compara con la constitución del tofu, una especie de queso bastante popular en Asia. Se dice que las escuelas fueron construidas sin estándares de calidad, muchas veces como resultado de licitaciones entregadas por corrupción y que, por ello, en varias ciudades de Sichuan otros edificios a su alrededor sí quedaron en pie, mientras que las aulas se convirtieron en tumbas en pocos segundos.

 

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“Ella vivió felizmente por siete años en este mundo”. Eso dice en chino escrito con nueve mil mochilas escolares en la fachada de este edificio, en Munich, Alemania. La frase es de la madre de una niña de siete años que murió en una escuela tofu durante el terremoto de 2008. Es parte de la presentación “Recordando” montada por el artista chino Ai Weiwei. Ai Weiwei es un artista plástico reconocido a nivel mundial, y quien ha luchado incansablemente por llevar a quienes construyeron esas escuelas de forma corrupta ante la justicia. Asimismo, es uno de los opositores más acérrimos del gobierno de su país y, posiblemente, el chino más activo en Twitter (que en China está terminantemente prohibido, dicho sea de paso). Su investigación acerca de las escuelas lo llevó a convertirse en un “desaparecido” del gobierno chino luego de ser arrestado y que no se supiera su paradero por varias semanas. Gracias a una enorme presión de la comunidad artística internacional, fue liberado después de un tiempo. Sin embargo, su taller fue destruido en Beijing.

 

Si ya perder a un hijo es desgarrador, ahora hay que ponerse en el contexto chino, donde se impuso por décadas la política del hijo único y lo cual significa, por lo tanto, que al menos diez mil padres perdieron a su único hijo. Muchos de ellos han protestado inútilmente, clamando por respuestas. Pero no solo no los han escuchado, sino que los han arrestado por llorar frente a las ruinas de las escuelas. En China, a veces, ante cuestionar el gobierno es preferible el silencio de los muertos.

En Beichuan, la gran mayoría de ellos yace en un campo del tamaño de una cancha de fútbol, justo un poco más abajo de las ruinas de una escuela, de la cual lo único que quedó en pie luego del terremoto fue el aro de la cancha de basket y, casualmente, la bandera china.

 

Terremoto de Beichuan escuela
Esta es una de las escuelas destruidas, de la que solo quedó en pie la bandera china y el aro de la cancha de basket. Me hace pensar que en un terremoto quizás el lugar más seguro no es el marco de una puerta, sino que para salvarse hay que pararse justo al lado del aro de una cancha de basket…

 

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O bueno… tal vez no.

 

Ahí, en ese campo donde descansan cientos de víctimas, no se mencionan cuentos de heroísmo, el cual constituye la tónica en que se narran varias historias escritas en carteles por todo Beichuan. Historias como la de Gong Tianxiu, la empleada del Banco de Agricultura de Beichuan, quien se mantuvo viva luego de cortarse una pierna para beberse su propia sangre, mientras esperaba por horas a ser rescatada junto al cadáver de su marido, con la esperanza de encontrar a su hijo. Tampoco se menciona la historia del adolescente que, después de haber estado setenta y seis horas atrapado en los restos de su colegio, sobrevivió para pedir una Coca Cola; ni la gesta de un equipo que trabajó nueve días y ocho noches y que extrajo más de novecientos mil dólares de una cooperativa de crédito, en cuyo destruido edificio todos quienes estaban más arriba del tercer piso murieron. Ahí, en ese lugar donde murió la mayoría de niños, solo hay el silencio de veinte mil historias inconclusas y no contadas, que son las que más quisiera yo poder escribir.

 

Terremoto de Beichuan escuela monumento víctimas
He aquí donde yacen cientos de las víctimas del terremoto, justo debajo de donde estaba una escuela secundaria. Beichuan.

 

La única historia que se puede leer, un poco más lejos, es la de la niña que soñaba con ser bailarina y que perdió ambas piernas bajo las ruinas de su escuela, pero que heroicamente terminó bailando en la ceremonia de inauguración de los juegos paraolímpicos de Beijing meses más tarde, ese mismo año.

 

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Li Yue, de diez años, y cuyo sueño era ser bailarina, estuvo atrapada entre los escombros de su escuela por más de setenta horas, hasta que los rescatistas decidieron que la única manera de sacarla era cortándole ambas piernas. Vio su sueño realizado de ser bailarina, según la propaganda del gobierno chino en la ciudad de Beichuan, durante la apertura de los juegos paraolímpicos de Beijing, cuando bailó en una silla de ruedas.

 

Esa fue gente que salió de su casa ese 12 de mayo de 2008 sin la menor intención de convertirse en héroes. Gente como esa niña de diez años quien, probablemente, no tenía la más mínima gana de convertirse en una bailarina sin piernas en una ceremonia olímpica, sino que solo tenía en mente ir a estudiar a una escuela que tanto ella, como sus padres, consideraban segura, sin sospechar que su propio gobierno la había construido sin estándares de calidad en una zona de potencial actividad sísmica.

 

Terremoto de Beichuan museo
El museo construido cerca de Beichuan para recordar el terremoto es una oda a los rescatistas, personal médico y héroes que colaboraron durante la tragedia.

 

Terremoto de Beichuan
Por lo demás, se pueden pasar dos horas vagando por las calles de una ciudad en que todos los edificios se ven como estos.

 

Terremoto de Beichuan
O como estos.

 

Terremoto de Beichuan
Habiendo crecido yo en un país altamente sísmico como Costa Rica, y habiendo estado en incontables temblores y terremotos, jamás me había percatado del poder de la naturaleza hasta que vine a Beichuan. Es sobrecogedoramente impresionante.

 

Terremoto de Beichuan
En ese sentido, es interesante pensar que Costa Rica, una nación que no tiene ni una migaja de todo el poderío de China, de alguna manera ha sobrevivido terremotos casi tan poderosos como este sin tener en la historia reciente una tragedia con tantos muertos. Mi infinito agradecimiento a todos aquellos que construyen edificios seguros, en cuenta mi hermano, quien es ingeniero civil y de quien estoy súper orgullosa.

 

Por eso, cuando la recepcionista del hotel, quien definitivamente está más acostumbrada a dar direcciones de cómo llegar al santuario de pandas en Chengdu que a un enorme cementerio al aire libre, y que sigue sin entender por qué quiero ir yo a Beichuan, me pregunta Why do you want to go there?, creo que tengo, por fin, la respuesta.

Supongo que vine hasta aquí porque es donde podés ver, con tus propios ojos, cómo China falló en lo que mejor saben hacer: construir. El país donde se construye incluso para que nadie viva, también construye para que todos mueran.

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No te podés morir. No te podés morir. No te podés morir. No te podés morir. No te podés morir… No te podés morir sin haber encontrado a nuestro hijo.

Seguro que, si uno guarda mucho silencio, aún puede escuchar esas palabras frente a las ruinas del Banco de Agricultura de Beichuan. Las mismas que el esposo de Gong Tianxiu pronunció antes de morir y por las cuales ella permaneció viva bebiendo su propia sangre, hasta que fue rescatada de debajo de los escombros.

Pienso que todavía se podrán escuchar porque, en las afueras de las ruinas del banco, está un cartel con la foto de esta mujer, en una silla de ruedas, recibiendo un reconocimiento por haber demostrado que, “entre la vida y la muerte, es la fuerte, audaz y gran maternidad la que peleó valientemente contra la muerte”. O, al menos, así reza el párrafo que aparece debajo de su fotografía, en uno más de esos rótulos que hay por todo Beichuan para tratar de rescatar un positivismo que quedó aplastado desde el primer ladrillo que cayó ese día que, aquí, se hizo perpetuo.

Sin embargo, hay algo que, al menos a mí, no me calza. Y es que la historia de Gong Tianxiu está inconclusa: en la foto, ella aparece sola. Sola, con dos hombres, que parecen estar ahí para darle un premio por su valentía. Pero está sola, al fin y al cabo. No sabemos si, en verdad, pudo encontrar a su hijo.

 

Terremoto de Beichuan
Gong Tianxiu, la protagonista de esta historia inconclusa.

 

Quizás es por eso que aún ella vive: porque aún no lo ha encontrado. Y quizás, aunque quisiera, no puede morirse, porque no sabe qué pasó con él, así como cientos de padres tampoco saben qué pasó con sus hijos perdidos entre los escombros, en un lugar donde las historias se cuentan a medias y en donde, quienes conocen los finales, deben guardar el mismo silencio que quedó en esta ciudad en que el reloj que se detuvo, para siempre, a las 2:28 p.m.

 

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