El mito de “A tu edad deberías de…”

El mito de “A tu edad deberías de…”

 

Lo conocí el último día de su viaje, en un hostal en Beijing, China. Venía de pasar dos meses recorriendo en bici parte de Asia Central. Esos países que suelen ser un poco la pega en los crucigramas porque casi nadie sabe bien cómo se deletrean, ni menos, cómo se viaja por ahí: Kirguistán y Kazajistán. Mucha K, mucho “stán” y, sobre todo, mucha duda de qué putas hay por allá.

Pero bueno, el caso es que él los recorrió en bici hasta llegar a China, donde admite que se cansó de pedalear 100 kilómetros al día porque el viento lo hacía “muy difícil”. No obstante, afirma que no se cansó de estar solo en medio de la nada, durmiendo en tienda de campaña justo en el último lugar iluminado por el sol ese día y comiendo en casas random de desconocidos que se cruzaron en su camino.

Yo siempre he sentido una profunda admiración por la gente que viaja por el mundo con el simple combustible que provee la energía de su cuerpo. Quienes cruzan los mares en un bote de remos. Quienes recorren Mongolia de extremo a extremo a pie. Y, por supuesto, quienes se conocen el mundo en bici, que son relativamente comunes en ciertas rutas, por cierto, como el oeste de China.

Por ende, automáticamente siento atracción hacia él. Sin embargo, mañana vuela a Alaska. Porque ahí vive. Con su esposa. Chanfle, esposa… Bueno, ¿qué putas esperaba yo? Si lo hubiera querido para mí, llegué como tres décadas tarde.

Porque este mae, que se ha tomado dos meses para irse a andar en bici por lugares que mucha gente no sabe ni que existen, tiene el cabello completamente blanco. Tiene, de hecho, hijos de mi edad. Tiene, en fin, unos 60 años de lo que parece, a todas luces, una vida bien vivida.

 

Ruta de la seda Xinjiang China
Yo, en las ruinas de una antigua ciudad que formaba parte de la ruta de la seda en el oeste de China. Por donde andaba cleteando este mae. Xinjiang, China.

¿Por qué sentimos que, según nuestra edad, deberíamos estar haciendo X, Y o Z?

 

Supongo que me he afanado en buscar una respuesta a esta pregunta porque yo misma trato de convencerme de que no hay nada de malo con mi estilo de vida a mi edad, en especial cuando me encuentro con personas que me preguntan si algún día pienso “estabilizarme” (léase “casarse” y “reproducirse”, porque esa es la manera sutil de decirle a uno “solterona” y/o “mala-mujer-que-no-quiere-tener-hijos”).

Con el tiempo, en todo caso, he aprendido a ser un poco más tolerante con la gente que me pregunta sobre mis planes de “normalizarme”. Al fin y al cabo, eso es lo que nuestra sociedad, nuestro escenario por así llamarlo, nos ha dicho a las mujeres que deberíamos estar haciendo a esta edad.

Sin embargo, mientras hablo con este mae, quien ha se ha recorrido media Asia central a puro pedal a pesar de tener el cabello completamente blanco, no puedo evitar preguntarme: ¿qué pasaría si las reglas de nuestra sociedad fueran otras en cuanto a lo que deberías de estar haciendo según tu edad? ¿Qué tal si lo normal no fuera decir: “Mae, o sea, ya tenés 61 años… ¿cuándo te vas a pensionar?”, sino preguntar: “Mae, o sea, ya tenés 61 años… ¿cuándo vas a hacer ese viaje en cleta por Asia?” ¿O, en vez de decir algo como: “Fijate que mi sobrina ya va llegando a los 40… y no se ha casado todavía”, comentar más bien: “Fijate que mi sobrina ya va llegando a los 40… y no sabe bucear todavía”?

Y es que cuando estás inmerso en una cultura determinada, siempre habrá otros que te dirán qué es lo normal según tu edad, porque prácticamente casi todos han hecho o están haciendo la misma vara.

Ojo: no necesariamente lo hacen por mal ride, por ser cuadradamente conservadores y retro, o por simples hijueputas. Es, sencillamente, como los grupos humanos actúan.

 

Buceo Filipinas Blog de viajes
Por si acaso no saber bucear antes de los 40 llega a ser «un pecado capital» algún día, ya aprendí. Bohol, Filipinas.

 

Por ejemplo, una vez vi un documental de cómo funcionan las sectas. Para explicarlo, hicieron un experimento en que ponían a varias personas en una misma habitación. Todas ellas estaban al tanto de qué iba el experimento, menos una: el legítimo conejillo de Indias. En fin, la vara es que la persona a cargo dibujaba tres líneas de tamaños muy distintos en una pizarra: una línea larga, una línea mediana y una línea corta. Luego, esa persona les preguntaba a los participantes, uno por uno, cuál era la línea más larga. Y todos y cada uno de ellos respondía, invariablemente, que la línea más larga era la más corta. Claro, todos sabían de qué se trataba el experimento, menos una persona, el conejillo de Indias como les decía, que obviamente se quedaba totalmente bateado al ver que todo el mundo, sin excepción, daba la respuesta equivocada, a pesar de que era más que evidente cuál línea era la más larga. Lo interesante es que, después de varias rondas de hacer la misma pregunta a cada participante: “¿Cuál es la línea más larga?” y de escuchar a todo el mundo decir con firmeza que era la más corta, la persona que no estaba al tanto de qué se trataba el experimento comenzaba a dar la respuesta equivocada también, incluso ignorando la respuesta más que obvia que estaba ahí, ante sus propios ojos.

Así funcionan las sectas y, en general, los grupos sociales: si estás en una misma habitación por mucho tiempo, y todos dicen lo mismo, una y otra y otra vez, tendrás una terrorífica posibilidad de acabar siguiéndolos y haciendo lo mismo, una y otra y otra vez. Aunque vaya en contra de tus mismos sentidos. Esa es, pues, la manera en que definimos que algo es “normal”.

Y, al menos, en muchas habitaciones alrededor del mundo, lo que repite la gente a la pregunta de qué deberías hacer a los 60 de años no es: “¡Deberías irte a andar en bici y dormir en una tienda de campaña por dos meses!”, sino “¡Deberías de irte pensionando y cuidar a tus nietos!”. O, como en mi caso, a los 30 y pico: “¡Deberías casarte y tener hijos!” y no: “¡Deberías comenzar a leer foros en internet acerca de cómo viajar por Irán!”

 

Elefante Tailandia Andrea Aguilar-Calderón
Mi cumpleaños número 34 decidí pasarlo completamente sola, andando en bici por Tailandia. O bueno, no mentira: en el camino me encontré con un paquidermo local que decidió unirse a las festividades. Sukhothai, Tailandia. (Aclaración: esta foto no forma parte de ningún tour o actividad turística con elefantes. Simplemente iba en bici y de casualidad me encontré con el elefante. La foto me la tomaron unos maes que también se detuvieron a observarlo).

La importancia de salirse de la habitación y conocer muchas otras

 

Ojo: no estoy diciendo que haya algo malo en pensionarse y disfrutar de los nietos, o en irse a andar en bici por países que terminen en “stán”, o en casarse y tener hijos, o en irse a recorrer la Patagonia, o en comprar casa, o en dormir por siempre en un ger mongol, o lo que sea. Cada quién sabe qué le hace feliz y la felicidad es algo tan subjetivo como cualquier experiencia humana.

Asimismo, he de aclarar que la cultura mochilera, por cierto, no escapa al “deberías” tampoco. Dentro de ella hay ritos de iniciación, conocimientos y podría decirse que hasta mandamientos que se da por un hecho que uno tendría que obedecer por cargar una mochila (y ojo que uso la palabra “mochila” porque entre muchos viajeros se piensa que hay algo de deshonroso en viajar con una maleta con rueditas).

Como hacer yoga, por ejemplo. Más de una vez me sentí completamente como una paria por no haber estado jamás, a mi edad, en un retiro de yoga, ni saberme parar de manos como todas esas otras mochileras que postean fotos pichudísimas en Instagram haciendo asanas invertidas en la cúspide de una duna. Me tomó un tiempo darme cuenta de que, en realidad, ese era uno de los “deberías” de la habitación mochilera y que no había nada de malo en decir: “A mí no me matiza sentarme en la posición de flor de loto, mae. Quizás ocupo algunas reencarnaciones más para entender el quid de la jugada Papitosty, quizás estoy a años luz del nirvana, pero diay, de todas maneras me parece que ha de ser medio aburridillo tanto balance cósmico, ¿no?”.

De la misma manera, sentí una enorme presión por aprender a andar en moto. Porque claro, en el mundo mochilero prácticamente Raymundo y todo el mundo sabe mínimo cómo andar en scooter, y a muchos otros mochileros les parecía inconcebible que yo, una mujer adulta, no supiera ni mantener el equilibrio por 50 metros. Ni se diga de cuando se enteraban de que tenía a mi haber dos accidentes de lo más sin gracia: el haberme estrellado contra una pared en India y el haberme estrellado contra un carro estacionado en Italia (cuya escena del crimen tuve que abandonar y darme a la fuga porque no podía pagar el arreglo).

Claro: es que en Costa Rica aprender a andar en moto no es considerado algo que uno “debería” saber después de cierta edad. Definitivamente “deberías de aprender a andar en moto” no es un mantra que se repite en la habitación en la que crecí. Más bien, de donde vengo las motos son consideradas casi como un ataúd en dos ruedas y lo que uno a huevo tiene que aprender, sí o sí, es a manejar carro.

Pero, ¿saben qué fue lo tuanis? Que una vez que aprendí a andar en moto, no solo le perdí totalmente el miedo: descubrí que me encantaba.

 

Moto Pai Tailandia Blog de viajes
El día en que, por fin, pude manejar moto sin percance alguno. Pai, Tailandia.

 

¿Qué quiero decir con esto? Que lo importante, creo yo, es que si sentís que no estás cómodo en una habitación, llámese Costa Rica, India o universo paralelo mochilero, te salgás de ahí y probés estar un ratito en otra habitación, para que descubrás realmente qué querés, y no te confundás con lo que tu entorno te diga que deberías de estar haciendo a tu edad, en ese momento, solo por ser vos semejante a otro millón de hijueputas. Es decir, entrá a una cultura donde el yoga sea la norma y, si no te gusta, chao: no pasa nada. Y, al mismo tiempo, entrá a una cultura donde la moto sea indispensable y, si te cuadra, bravo: aprendiste algo nuevo que ahora formará parte de vos.

Y ojalá que, en la medida de lo posible, podás cambiar de habitación muchas veces, todas las que se pueda, para ver cuáles líneas se dibujan en cada pizarra, qué responde la gente, qué considerás vos que vale la pena repetir y qué no.

Supongo que por eso dicen que cuando uno viaja se encuentra a sí mismo: porque ya no hay nadie que te diga qué putas es lo que deberías hacer. Vivís tantas experiencias, conocés tanta gente y ves las infinitas maneras que hay de vivir una misma vida humana, que comenzás a armar tu propia habitación, con tus propios gustos, con tus propias normas. Una habitación que sos vos. Y cada vez le harás menos y menos caso a esa voz que te dice: “A tu edad deberías de…”.

Esa es la magia, justamente, de derrotar ese mito: incluso si decidís seguir el camino que te han señalado en la sociedad en que naciste, lo vas a hacer con la certeza plena de que lo hacés no porque te lo han repetido como letanía, no porque todos los demás lo están haciendo, no porque alcanzaste un número que limita tu espacio de acción y quién sos.

Tendrás la certeza de que tu camino lo seguís porque te has escuchado, finalmente, a vos mismo.

 

Mito a tu edad deberías
Para el gran final, les dejo a mi nueva fuente de inspiración: se llama Yelena Yerjova y es una rusa de 89 años que ahorra de su pensión y viaja una o dos veces al año sola. O sea, esta señora vio pasar a Stalin, la II Guerra Mundial, toooda la era soviética, vio llegar al espacio a Yuri Gagarin, presenció la perestroika y aquí sigue en los días de Putin sin hacerle caso a NADIE, absolutamente NADIE, que le diga que a su edad debería de estar sentada tomando galletitas en una mecedora. Aquí la vemos montando a camello en el Mar Muerto. ¿Y saben que es lo más chiva? Comenzó a viajar sola a los 83 años. Antes nunca había salido de su ciudad, en Siberia. No hay excusas,  entonces, chiquillos. Síganla en su cuenta en Instagram: babushka1927. 🙂

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6 Comments

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Génesis Alanísreply
at 7:46 pm

Me encantó esta entrada!! La típica categorización social de qué debes hacer según tu edad, que a muchos nos abruma en ocasiones. Pese a que trato de bloquear ese tipo de cosas, muchas veces me he sentido presionada. En mi habitación en la U ya debería estar graduándome este año y apenas voy por la mitad de la carrera. Ya «debería» ir comenzando a trabajar, tener carro, pensar en comprometerme, comprarme ropa y zapatos finos con un «futuro prometedor». Lo único que me duele que no sea así es que no puedo ahorrar para viajar. Mientras tanto disfruto los tours pobres que me doy que hasta ahora han sido demasiado chuzos y de los cuales he aprendido demasiado y estoy orgullosa. Algún día comenzaré otra etapa. Sueño con viajar y conocer tantas habitaciones como pueda, tener un blog algo así como el tuyo y andar y andar.
Gracias por compartir,sos una chuzaaa! Ah! y no saber bucear estoy segura que algún día será un pecado capital, por dicha ya aprendimos 😉

Cristianreply
at 7:02 pm

Desde hace rato creo que tener familia es solo un estilo de vida más, no es del todo necesaria para ser feliz y quien sabe como ser feliz de todos modos?

He intentado formar una familia ya dos veces (por que en ese momento es lo que se tenia que hacer según todo el mundo) y la verdad no me convence del todo, tal vez por que tomo conciencia de lo innecesario que es para mi o tal vez por la dificultad económica.

UNA IDEA y solo mi opinión: Si tengo un hijo en este momento es para tenerlo en la escuela publica y en el sistema medico de la «CAJA» (en realidad estos servicios no son tan malo en el país, lentos y desactualizados eso si) pero realmente si te pones a pensar, para tener un hijo bien y ser un padre que se puede dar algunos lujos y no odiar su vida durante la crianza, debes contar como mínimo unos ¢500,000 mensuales solo para tu hijo, para educación privada y gastos médicos, no como algunos conocidos de decir «Me la juego y me voy a vivir donde mi suegra», suena feo pero es la realidad creo yo.

Tengo 35 años solo un titulo técnico, lo necesario para vivir bien soltero, pero para tener un hijo la verdad no, además el promedio de vida de mi familia es de unos 70 años, de verdad no quiero pasar la mitad de mi vida criando a un hijo (la idea de un hijo adolescente a mis 50 años no me motiva mucho que digamos) aunque claro siempre esta el riego de una sorpresa, pero por el momento he tomado la decisión de no tener, tal vez me arrepienta, tal vez no, pero buscare la manera de conocer otras habitación como tu dices Andrea, esta es mi motivación desde que empece ahorrar para intentar salir del país a conocer.

Hoy estoy sentado con un café en un «mall» en Cartago, veo a las personas comprar ropa – para tener ropa – para venir la otra semana al mall a comprar ropa, o ver como compran regalos para sus hijos mientras los regañan por el berrinche que hacen por que no quieren caminar, es curioso la verdad o estaré mal?

Bueno ya escribí mucha «papaya» 🙂 , saludos

Chricreply
at 8:37 pm

Eyyy!! Siga andando Tica! ANdar me llevó a Costa Rica… ese pueblo son de lo mejor en el mundo!
Tuanis!

Claryreply
at 3:30 am

Me sentí excesivamente identificada, graciosamente tenemos la misma edad y pensamos exactamente lo mismo, sólo que mi promesa es terminar de conocer Costa Rica antes de tirarme pal resto del mundo. Excelente texto 👏🏽

Joaquínreply
at 9:07 pm

Muy bueno tu post, Andrea! Es lo mejor salirse de los «a tú edad deberías de…», que a mi también me ocurre.
Quiero preguntarte: qué significan «mae», «tuanis» o «me matiza»?
Saludos, y gracias por tus post!

Noemmreply
at 5:37 pm

Hola Andrea. Tengo 33 años, renuncié a mi trabajo hace un mes, planeo emprender un viaje en enero sin destino fijo, buscando construir todas las habitaciones que pueda.

Llevo exactamente 33años haciendo lo que debería hacer y ahora voy por lo que necesito, para que no se me muera el alma.

Tu post irá conmigo.

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