Curiosidades de Mongolia (Parte 2)
10 razones por las que Mongolia es ÚNICO (Parte 2)
Continuamos con un país que NO, NO TIENE COMPARACIÓN más allá de esta frase estereotipada: Mongolia. Para quienes no han leído la primera parte de este artículo, pueden darle clic aquí para conocer más sobre águilas descendientes de pterodáctilos y por qué Mongolia parece la pantalla de inicio de Windows. Si ya han sido iniciados en el universo mongol, sigamos por acá:
5. En Mongolia, se hace camino al andar porque… porque casi no hay caminos
Si ya encontrarse en medio de embotellamientos caprinos, equinos o rumiantes resulta insólito, lo es aún más cuando uno va tranquilamente por la carretera para sentir, de un momento a otro, cómo el chofer da un giro, se sale de la calle y comienza a manejar a campo traviesa en medio de la nada porque… bueno, porque no hay camino. En Mongolia, se toman muy a pecho eso de que “se hace camino al andar”, por lo que un recorrido por el país, con toda seguridad, incluirá transitar, “golpe a golpe”, durante unas ocho horas de rebote constante, dentro de una indestructible van de las épocas soviéticas. Entretanto, uno se pregunta A DÓNDE PUTAS lo está llevando el conductor, porque no hay ABSOLUTAMENTE NADA alrededor más que la eterna planicie verde de Microsoft. Y, sin embargo, gracias a algún sentido de orientación ancestral, el mae sabe hacia dónde va. No me explico cómo demonios lo logra, pero a pesar de que todo a nuestro alrededor se ve igual de plano y verde, y no hay ni un solo punto de referencia (ni un árbol, ni un rótulo, ni un edificio), eventualmente el chofer será capaz de llegar a un campamento de gers (las tiendas típicas mongolas), con la misma seguridad con la que uno llegaría con un GPS. En fin, que si son ustedes ticos y están acostumbrados a dar las direcciones por puntos de referencia, en Mongolia, papillos, no van a llegar a NINGÚN LADO. Pagarán, por fin, el desconcierto de los turistas que en Costa Rica se quedan bateados ante nuestras folclóricas direcciones, tipo “300 metros al sur y 50 al este del minisúper chino, frente a la casa color papaya”. Quedan, por tanto, advertidos: Mongolia es nuestro karma.
6. Ulanbaatar es como un sueño
Cuando me refiero a que Ulaanbaatar es como un sueño, no me refiero a su look de cuento de hadas, sino a que, como en un sueño, se mezclan varas random que no tienen nada que ver unas con otras. Por ejemplo, al caminar por UIaanbaatar uno puede encontrarse, en una sola cuadra, con un edificio moderno, un edificio comunistoide, un edificio abandonado (la capital está llena de edificios a medio construir, porque tal parece que una crisis inmobiliaria hizo que dejaran todo a medio palo), un ger, tres restaurantes coreanos seguidos y un monumento a los Beatles. De tal manera, el WTF? se vuelve una expresión frecuente en boca de los visitantes de la capital mongola.
Y ya que hablamos de extranjeros, por algún motivo que desconozco, en Ulaanbaatar es común encontrarse con personas de casi cualquier nacionalidad. En mi experiencia, esto es frecuente en ciudades grandes como Nueva York, Dubái o Londres, pero… ¿Ulaanbaatar? Así las cosas, ahora incluyo a esta ciudad misteriosamente cosmopolita en el catálogo de los melting pots urbanos del mundo.
7. Buena parte de la población mongola es nómada
Más allá de algunos estereotipados términos del nuevo milenio, como “nómada digital”, en Mongolia un 30% de la población es auténticamente trashumante. Gracias a sus siglos y siglos de experiencia ganadera, cada cierto tiempo muchos mongoles cambian su ubicación de acuerdo con las necesidades de sus cabras y camellos. A lo mejor, así fue como terminaron por conquistar tantos territorios en su glorioso pasado: en busca de pastos más verdes, un buen día del siglo XIV los maes se dieron cuenta de que habían llegado casi hasta Egipto.
Hoy en día, es posible encontrar vecindarios que parecen abandonados, pero que, en realidad, son tan solo utilizados por temporadas. Especulo también que, por este afán de movimiento y por su pasión por la ganadería, la comida mongola está constituida en buena parte por carne, mientras que los vegetales y frutas tienen absurdos y estratosféricos precios en los supermercados. Definitivamente, no parece este ser un país ideal para veganos.
8. Mongolia tiene sus propias olimpiadas
En un país tan peculiar, obviamente el deporte rey no es el fútbol (aunque con semejante y verde territorio, podrían construir canchas y canchas y canchas). Por el contrario: esta gente, siguiendo con su tónica no mainstream tiene, como sus deportes favoritos, las carreras de caballos, la lucha libre y la arquería. El punto culminante de estas prácticas deportivas se vive durante el Festival de Naadam, que suele celebrarse en julio, y que viene a ser como unas olimpiadas mongolas.
Fuera de Ulaanbaatar, es posible encontrarse con versiones más pequeñas de estas justas en medio de la nada, tal y como lo mandan los cánones mongoles. Una vez más, no me queda claro cómo establece esta gente el punto geográfico en que se reunirán para celebrarlas porque, en una de estas infinitas estepas, se topa uno, de repente, con un grupo de entusiastas mongoles, enfrascados en un torneo de lucha libre lo suficientemente organizado como para que haya tiendas, comida típica y un stand de premios en que los ganadores podrán llevarse a casa (sea donde sea su casa en ese momento) una cabra pochotona.
En ellas, por lo general son los niños quienes corren las carreras de caballos (en un país donde los caballos forman parte integral de la vida cotidiana, los chamacos casi aprenden a montar antes que a caminar) y los hombres son los que miden sus fuerzas en la lucha libre.
9. El 30% del territorio mongol está ocupado por el desierto de Gobi
Mongolia, aparte de posiblemente abarcar la mayor cantidad de clorofila del mundo en esas praderas interminables, cuenta con el desierto de Gobi, uno de los más grandes del planeta. De hecho, el desierto en cuestión ocupa el 30% de su territorio. Ahí, además de las dunas que se le vienen a uno a la jupa al escuchar la palabra “desierto”, hay varas más random, como residuos de la gran muralla china y los primeros huevos de dinosaurio encontrados en la historia. Un desierto que, como vemos, continúa con la mezcla surrealista que también caracteriza a Ulaanbaatar.
10. Los baños mongoles son los peores del mundo por consistencia
Para el gran final, he decidido incluir el motivo secreto por el que terminó por derrumbarse el Imperio Mongol: sus servicios sanitarios. Debido, quizás, al dominante paisaje bucólico de Mongolia, muchos de sus inodoros son letrinas. Eso no revestiría mayor problema, excepto que, dentro de ellas, las moscas son como del tamaño de abejones y el ruido que producen es, más que un inocente aleteo, un rugido tan potente que pareciera que las maes vuelan impulsadas por turbinas. Además, las condiciones estructurales de la letrina en sí suelen ser amenazadoramente precarias y corre uno el riesgo de caer dentro de ellas.
Si bien es cierto que el peor baño del mundo lo he visto en China, declaro que, por consistencia, Mongolia se ubica en la cúspide de este dudoso podio sanitario. Lo digo con conocimiento de causa, como superviviente de haberme caído parcialmente en una letrina mongola (sí, yo me caí dentro de una letrina y sobreviví para contarlo. Por dicha, solo se me fue una pata).
Para que se queden con la imagen idílica de Mongolia, he decidido no incluir fotos en este apartado. No más recuerden que, si se aventuran a este país tan remoto, deben ir preparados para todo aquello que aún no han vivido.