Cómo viajar y trabajar online: preguntas frecuentes (Parte I)
Cómo viajar y trabajar online: preguntas frecuentes
(Parte I)
-Señorita, ¿podría apagar su teléfono, por favor?
-¡Solo un segundo! Necesito mandar algo…
-¡No está permitido el uso de teléfonos celulares al cruzar la frontera, señorita!
Ajá: si tuviera que seleccionar un momento emblemático de lo que ha sido mi vida laboral en los últimos 4 años, sería ese: yo, haciendo fila en migración e intentando terminar unos textos del trabajo para enviar a Costa Rica desde el puesto fronterizo entre Hong Kong y China… Viajar y trabajar online, en fin, en su más literal expresión. 🙂
Hace ya 4 años que comencé a ser una “nómada digital” como le llaman, que es básicamente viajar y trabajar online, aunque, en lo personal, a mí me choca el término este, muy cool-millennial-wanna-be. Me parece que, en realidad, el teletrabajo se ha convertido en una tendencia que afortunadamente va en crecimiento y que confío, por el bien de la humanidad, que llegue a ser tremendamente común y deje de ser “exclusivamente cool” para que todo el que quiera la ponga en práctica.
De veras: yo me siento infinitamente afortunada de vivir en los tiempos que corren, en que todo cambia de forma tan vertiginosa (para bien, o para mal, como me verán alabar o berrear durante este escrito según sea el caso). De hecho, sueño con el momento en que, cuando digo que trabajo online y que por eso puedo hacerlo desde cualquier punto del planeta (siempre que haya Wi-Fi) yo no tenga que explicar cómo es la jugada, porque creo que esta es una modalidad laboral que solo puede crear gente feliz. Y créanme: yo soy una de las personas más felices que he conocido en toda mi vida. 🙂
Pero, ¿cómo es en verdad esto de viajar y trabajar online al mismo tiempo? ¿En realidad es tan glamoroso como lo pintan? ¿O es, tan siquiera, estable? ¿Cómo se consiguen trabajos online? ¿No se siente uno muy solo y alienado si únicamente trabaja frente a una compu? ¿Se es realmente productivo cuando uno, además de trabajar, viaja?
Aunque a mí me gusta creer que, efectivamente, esta tendencia de nomadismo digital va en aumento (guácala, usé el puto término, pero bueno), lo cierto es que no va creciendo tan rápido como uno quisiera. Al menos, a mí todavía me toca siempre explicar cómo hago para viajar por tiempos tan prolongados. Aunque ojo: no siempre ha sido así. Yo me he financiado también breteando por un año sin parar en mi país de origen y ahorrando, o poniéndome a trabajar en empleos improvisados que he encontrado a donde he ido, que han incluido varas muy random, como limpiar pisos, cuidar perros en un hotel y trabajar en un campo nudista.
Así que he aquí las respuestas a las preguntas más frecuentes que la gente me hace sobre viajar y trabajar online, a través de mi página en Facebook Sobre el caballito, cuando estoy en medio de un hostal en Mongolia y digo que me tengo que poner a trabajar a medianoche, o cuando digo que estoy viviendo en Berlín simplemente porque me gusta.
¿Cómo se empieza con esto de viajar y trabajar online?
A decir verdad, de alguna manera yo, por años, he encauzado mi vida para viajar y trabajar online tiempo completo. Desde hace casi una década he decidido no quedarme en un empleo por mucho tiempo, siempre me ha gustado escribir, mi pasión es viajar y, desde que comenzó el mundo digital, he intentado enfocarme más en el lado positivo que nos ofrece que despotricar contra la tecnología, las redes sociales y demás quejadera que la gente muchas veces manifiesta, irónicamente, detrás de una pantalla. 😉
Sin embargo, con todo y todo, la patada decisiva para tirarme de lleno a viajar y trabajar online fue justamente haberme quedado sin empleo en Europa, cuando tuve que renunciar a un trabajo en un hostal donde mi jefe comenzó a echarme el cuento; es decir, lo que parecía a todas luces acoso sexual laboral.
Desempleada, en Irlanda y decidida a no regresarme a mi país, fue entonces que volteé a lo que había más a mano: la compu. Y, desde entonces, cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que ese fue uno de esos momentos en que por dicha la vida me lanzó a la parte más profunda de la piscina, me puso entre la espada y la pared, o cualquier otra frase cliché que quieran ustedes agregar acá para ilustrar que, en un instante de crisis absoluta, lo que parecía ser una situación de mierda terminó por ser una bendición: fue en ese momento en que me vi obligada a buscar recursos que, de otra manera, yo no me hubiese visto forzada a explorar.
Todavía me acuerdo el lugar exacto donde estaba cuando tuve esa epifanía: un sofá en un hostal en Dublín. Fue ahí cuando vi la luz al encender la pantalla de mi computadora. Desesperada, y sin saber qué hacer, acudí al oráculo de Google y encontré páginas web en que hablaban de viajar y trabajar online como alternativa viable para sobrevivir.
En mi caso, yo escribo, traduzco y edito. “¿Que no puedo hacer todo eso desde una laptop, donde sea que esté?”, me pregunté.
Entonces, al menos en mi caso, así empecé yo: en una situación extrema, me puse a ver cuáles habilidades tenía y cómo podía mercadearlas por internet.
De la misma manera, en el camino he conocido ya a varias personas que se han reinventado a sí mismas para trabajar online desde cualquier punto del mapa mientras viajan. Por ejemplo, mi exnovio, que es de Estados Unidos, daba clases de inglés por Skype; este amigo mío (bueno, también una especie de exnovio, ¡qué carajos! :p ) se dedica a la fotografía; o también he visto gente que se monta tiendas online, dan consultorías, diseñan sitios web o, incluso, se han puesto empresas de reconocimiento de ADN por internet.
En fin, mae, que la vara es así: análogamente a como en el mundo real usted se pellizca para ver qué putas hace para ganar harina, en el mundo digital usted también se pellizca para ver cómo hace para ganar harina.
Efectivamente, no todas las profesiones se prestan para esto. Por ejemplo, un conductor de autobús, un mesero o un enfermero no pueden hacer su trabajo online. Pero, en principio, todos aquellos puestos de trabajo en que la presencia física no es absolutamente indispensable, sí.
Por lo tanto, es cuestión de que te autoevalués y veás cómo es tu situación.
Además, y desde mi experiencia personal esto resultó determinante, admito que solo hasta que a mí me echaron de mi zona de confort me di cuenta de que viajar y trabajar online era posible.
¿Tendrás que llegar vos hasta ese punto para lanzarte a pista? ¿Hasta que venga una crisis y, como dicen que significa en japonés, sea más bien una oportunidad?
No lo sé, como les digo, es un asunto muy personal pero, mientras tanto, ahí se las dejo picando en la cancha. 😉
¿Cómo se consiguen clientes?
En un principio, para viajar y trabajar online yo me decanté por dos plataformas que hoy forman una sola: Upwork. Ahí podés encontrar personas que buscan gente para proyectos cortos en áreas como diseño gráfico, elaboración de sitios web, redacción de artículos, traducciones, corrección de estilo, etc.
Hoy, hay ya varios sitios de estos, como Fiverr, Freelance y otro repugnante etcétera al cual no quiero hacerle publicidad aquí, porque en lo personal yo ABOMINO, DETESTO Y ODIO, la dinámica de estas plataformas. O, por si no les ha quedado claro, lo voy a repetir y subrayar y poner en negrita: ABOMINO, DETESTO Y ODIO estas plataformas.
Lo que a mí ME ENOJA, ME ENFURECE Y ME EMPUTA de estos sitios web es que se han convertido en verdaderas junglas digitales, donde el capitalismo salvaje se manifiesta en su más degradante expresión. Como están abiertas a Raymundo y todo el mundo (cualquiera se puede inscribir ahí y ofrecer sus servicios), hay muchísima oferta de muuuuuy baja calidad que abarata los precios hasta hacerlos ridículos (por ejemplo, he visto gente que está a dispuesta a cobrar la opulenta suma de 50 centavos de dólar por un artículo). O SEA: ¿QUÉ PUTAS??????
Por supuesto, esta gente NO es profesional (porque un profesional que se respete JAMÁS cobraría eso), por lo que están más que dispuestos a cobrar una cuecha por su trabajo que, en muchas ocasiones, es copy-paste de otro artículo. O, si son pseudotraductores, utilizan Google Translator para hacer traducciones. O, si son pseudocorrectores, emplean el corrector de Word para hacer correcciones. O, si son pseudodiseñadores, usan un template para producir logos y así van, vendiendo mediocridad a precios ridículos y cagándose en el trabajo de los demás.
En fin, como les dije al inicio de este artículo, yo a veces alabo las ventajas de la era tecnológica en que vivimos y otras las detesto. Y es que para mí vivir en esta revolución digital es bastante similar a lo que ha de haber sido vivir en la revolución industrial, con todo lo positivo que conlleva (como poder viajar y trabajar online) y con todo lo negativo que acarrea (como que no haya trabajo que valga la pena del todo). En ese sentido, capaz que estas plataformas de trabajos freelance sean una evidencia contundente del ocaso de ciertas profesiones, y que los traductores, correctores de estilo, diseñadores, etc. nos convertiremos en algo así como se convirtieron los faroleros, los cocheros y los tocadores de laúd: en algo obsoleto.
O, podría ser también que, ante esta debacle, y al no ser aún las máquinas lo suficientemente capaces de sustituir al ser humano, comiencen a haber regulaciones en el mercado para controlar la calidad de estas plataformas, quiénes en verdad están capacitados para usarlas y las condiciones en que funcionan, como sucedió en algún momento durante la revolución industrial y que es lo que hoy nos permite exigir requisitos mínimos para acceder a X puesto, así como acceder a beneficios como un salario mínimo, horas extra pagadas y un largo etcétera que se escribió incluso con sangre. #FuckTuManoInvisibleAdamSmith.
Perdón, me dejé absorber en un vórtice de catarsis y me salí del tema. :p En fin, lo que les quería decir es que estas plataformas cada vez meeeeenos son una alternativa confiable. Admito que a mí me salvaron en varias oportunidades. Por ejemplo, me pagué prácticamente la mitad de 4 meses en India con un trabajo que me salió en una de ellas (crear perfiles falsos para sitios web de citas por internet; probablemente, el trabajo más extraño que haya tenido jamás), pero hoy por hoy NUNCA las frecuento.
¿Cómo conseguir clientes entonces? Pues a la vieja usanza, que no todo es 100% posmodernista: comenzá a tocar puertas. Hacete tu sitio web, mostrá tu trabajo, que este sea digitalmente el que hable por vos, y comenzá a hacer contactos: no importa cuánto evolucione el mundo en internet, nada sustituirá nunca el poder de tener contactos en el mundo real.
Con esa técnica, he conseguido trabajos mejores pagados, de empresas más serias y que me han hecho crecer como profesional, como la Revista Viajar (la primera revista española de viajes), o Porter Novelli, la firma de relaciones públicas para la que trabajo actualmente y que cuenta con 100 oficinas en 60 países.
Todo es cuestión de probar. Al final, las dinámicas laborales solo cambian de canal, pero no necesariamente de esencia.
¿Se hace mucha plata con el trabajo online?
No. No. Y no. NO es fácil trabajar online y hacer mucho dinero.
Qué decepcionante responder de esta manera tan tajante, pero a mí no me gusta mentir. Me gusta pensar que soy como un libro abierto: lo que ves es lo que hay. Y acá en Sobre el caballito, como lo digo en la descripción de mi Facebook, “escribo la novela de mi vida en diferentes escenarios del mundo”. Y esta es mi vida, es un libro abierto, tal cual es.
Por lo tanto, no les voy a mentir: viajar y trabajar online y hacer mucha plata NO ES FÁCIL.
Yo he tenido momentos de gloria, en que he ganado un montón de plata en un mes, pero luego MESES seguidos de no conseguir nada de nada. Al chile que ha habido épocas en que la he visto güeisa, como cuando estaba en la isla de Java, en Indonesia, con solo $400 en mi cuenta bancaria y sin boleto de regreso; o como cuando decidí subirme en un avión hacia Alemania con solo $500 y sin boleto de regreso; o como cuando me quedé desempleada en Bulgaria con solo $400 y sin boleto de regreso (como vemos, existen algunos comunes denominadores en estas situaciones. :p ).
O sea, que hay veces en las que la he tenido que pellejear, pero, como bien me aconsejó una amiga mía en un momento de crisis que me agarró justamente en Java, Indonesia: “Mae, si te regresás a Costa Rica, ¿usted cree que aquí no hay gente pellejeándola también? ¿Que aquí todos tenemos bretes que nos permiten no digamos ser millonarios, sino tan siquiera solventes? ¿Qué aquí a uno tampoco nunca le parten el corazón?”
Y bueno, me quedé en Indonesia, que es parte del mismo planeta, del mundo real. A las dos semanas, después de pulsearla, esta era yo, trabajando desde las islas Gili en una traducción de un catálogo de Alibabá, que es algo así como el Amazon chino:
En fin, que con esto de viajar y trabajar online, como ven, la vida es como un hostal: a veces le toca a uno la cama de arriba y a veces la de abajo. Nunca hay certezas de nada.
Pero les tengo noticias: en el mundo físico tampoco las hay.
Y es que voy a hablar como la típica millennial, pero lo cierto es que mi generación creció con el cuentito de que, si estudiaba, fijo iba a conseguir un buen trabajo estable y a disfrutar de un montón de beneficios, como hoy en día los tiene mi mamá, digamos, que hasta la fecha puede acceder a préstamos, disfrutar de una pensión y que nunca se preocupó porque la pudieran echar del brete.
Pero yo no. De hecho, TODOS Y CADA UNA de las empresas en que he trabajado de forma presencial han terminado por cerrar uno de sus departamentos o por completo. La revista para la que trabajaba hace 10 años ya no existe: fue cerrada en 2009 por su grupo editorial ante la crisis económica. Meses antes, yo renuncié para irme a vivir a Estados Unidos y luego irme de voluntaria a Mozambique, mientras todo el mundo me catalogaba de loca por haber renunciado a un trabajo “tan estable”. El sportbook o casa de apuestas telefónicas para el que trabajaba en 2010 cerró un día por problemas legales. Un año antes, yo había renunciado para irme a Europa, viaje del cual surgió mi novela Sobre el caballito de madera. El departamento en que trabajaba para otro centro de servicio al cliente cerró cuando una compañía estadounidense decidió trasladar sus operaciones por completo a India. Meses antes, yo había renunciado impulsivamente para irme de viaje a Perú. Incluso, en instituciones tan estables como una universidad, el departamento en que yo trabajaba fue modificado. Meses antes, yo había renunciado para irme a Europa y a India.
En fin, que una de dos: o como vemos yo le echo la sal a todos los trabajos por los que paso, o vivimos en un mundo laboral inestable.
Entonces, mae, honestamente prefiero jugármela, aunque a veces tenga plata y a veces no. Hasta la fecha, viajar y trabajar online me ha funcionado ya por casi 4 años, en que la gran mayoría de mis recursos económicos para recorrer el mundo (más de 25 países desde entonces) han salido de este mismo teclado con el que escribo esta entrada del blog.
Prefiero jugármela porque, citando a Carl Rogers, psicólogo estadounidense: “Me doy cuenta que si fuera estable, prudente y estático viviría en la muerte. Por consiguiente, acepto la confusión, la incertidumbre, el miedo y los altibajos emocionales, porque ese es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida fluida, perpleja y excitante”.
Como esta entrada del blog me está quedando monstruosamente larga, la próxima vez les tengo la parte II. ¡Prometido! 😉