Curiosidades de Myanmar que te sorprenderán
Curiosidades de Myanmar que te sorprenderán
¿Ustedes se acuerdan de la primera vez en que les hicieron cosquillas? Yo no (aunque sí me acuerdo de cuando gateaba y, a pesar del abismo temporal cada vez más ancho, el recuerdo de esa niña aún sabe saltarlo y seguir gateando hasta mi memoria).
En fin, las cosquillas tuvieron que haber sido uno de los descubrimientos más importantes de nuestras vidas: explorar cómo reírte a través de los sentidos. A partir de ahí, quienes estaban a tu alrededor tuvieron que haberse dado cuenta también y te siguieron girando la manija de la misma bufonada por horas, sin que te cansaras, hasta que un día, efectivamente, te cansaste y mae, si quiere ver cómo me río, evolucionemos a actos más sofisticados de circo.
Para mí, viajar es que te hagan cosquillas culturales y que no podás dejar de sonreír o, al menos, de asombrarte. Como un niño, que no deja de observar los muñecos que giran colgando del móvil de su cuna (aunque sean los pedazos de fieltro más ordinarios del mundo), vas caminando por la calle y algo te llama tanto la atención que te quedás ahí, volviendo a ser aquel que fuiste en aquella lejana década en que aún todo te sorprendía (en mi caso, mi flashback es a los 80, cuando un Viewmaster me hacía gracia… o bueno, la verdad es que todavía me sigue haciendo gracia).
Si los niños con cada día que crecen descubren el mundo, cuando viajás vos volvés a hacer lo mismo, con cada día que pasás, mochila al hombro.
Es así como se vuelve frecuente para mí encontrarme, por minutos, observando (y aun más, fotografiando) trivialidades como buzones, inodoros o escobas. No es que no me asombre con las clásicas atracciones turísticas de postal (el Taj Mahal, la torre Eiffel, Machu Picchu), pero esos son tesoros de adulto. Los de niño son más impactantes incluso, porque parecen anónimos y de repente, te jalan de la mochila y te das cuenta de que están ahí, camaleónicos, como esos cuadros de tercera dimensión, en los que ves muchos colores hasta que, de repente, te salta una figura.
Y aunque yo soy un desastre para captar esos cuadros de tercera dimensión, curiosamente no tengo problemas en que esos detallitos cotidianos que se esconden en cualquier esquina de una ciudad me sorprendan y me hagan cosquillas hasta sacarme la sonrisa. Y no me culpen: ¿o acaso a ustedes nunca les regalaron un juguete repichudo en su cumpleaños y terminaron jugando con la caja, que parecía mucho más interesante?
He aquí, por tanto, mi lista de esos pequeños detalles que me hicieron cosquillas en Myanmar. Si esperan que hable de los templos de Bagan, del lago Inle o de la Shwedagon Paya, por hoy, al menos, tendrán que googlear. Porque hoy les vengo a contar de esos detalles de la vida cotidiana que son los que hacen, de un país, un verdadero mundo por descubrir.
¿Listos?
El cajero automático en medio de un templo
Sí, muy impresionante la Shwedagon Paya (una estupa gigante, cómodamente sentada en una colina de Yangon, con toda la sabiduría cósmica que le otorga haber llegado a la cúspide de la montaña), pero a mí lo que más me impactó fue encontrarme con esto:
Correcto: un cajero automático en medio de un lugar sagrado. Desconozco si su utilidad es porque los budas del lugar sólo aceptan ofrendas en efectivo y no tarjeta, pero en cualquier caso, también hay casas de cambio, por si no se cuenta con coloridos y devaluados kyats en el bolsillo. Para mí, esto equivale a encontrarse un cajero automático en la VII estación del Vía Crucis en una iglesia, pero tal parece que en la leyenda budista, Buda (quien era muy zen, muy autocontrolado, muy flemático… en fin ¡Buda!) nunca bramó con ira: “¡Mercaderes! ¿Qué hacéis con el templo?”
El thanaka
Altamente popular, indistintamente de sexo o edad, lo cierto es que a los birmanos les encanta embarrarse la cara con lo que yo catalogué como tiza y que, en realidad, recibe el aparentemente japonés nombre de thanaka. Para combatir el sudor (porque da una sensación refrescante), para proteger del sol o por simple ornamentación facial, está hecho de árboles que crecen en abundancia en la parte central de Myanmar y es el último grito de la moda (y tal parece que el último grito de la moda lo dieron por acá hace 2000 años, porque especialmente las mujeres birmanas llevan más de dos milenios poniéndoselo en la cara).
El longyi
Como si fuera una Escocia asiática, en Myanmar todos los maes andan caminando con lo que, para los occidentales ignorantes como yo, parece una enagua de esas que se utilizan para la playa, aunque no sea precisamente un look playero el que pretendan estos caballeros birmanos. Su nombre oficial es longyi y, aun más popular de lo que lo recuerdo en India y en Sri Lanka, aquí es el pináculo de la moda: el 95% de los maes lo anda, haciendo de los pantalones una curiosidad de mall, detrás de cuya vitrina podrían casi confundirse con un museo. Incluso, es parte de uniformes escolares:
Según me comentó un grupo de maes españoles (quienes se vieron obligados a comprar unos para ingresar a la Shwedagon Paya y aparecerán en todas sus fotos de Myanmar con la famosa indumentaria) resulta bastante cómodo eso de andar con enagua, que permite al aire circular con mayor facilidad. Así que quién sabe: quizás veremos pronto al longyi conquistando armarios occidentales.
El baño del buda
He estado ya en varios países budistas, pero sólo en Myanmar (que recuerde) les encantan los budas pasados por agua. Así es: además de las cadenas de flores, de las ofrendas de arroz y de galletas low fat, como parte de algún rito, se viven echándoles agua. Es, de este modo, como muchos budas birmanos parecen disfrutar eternamente de un spa (que asumo que el nirvana debe tener uno, mínimo) y se convierten en los más pulcros que recuerdo. Rechinan tanto de limpios como de iluminación espiritual.
El teatro de madrugada
Ignoro si esto es algo general en Myanmar, porque sólo lo vi una vez, pero esa vez casi me caigo de la moto ante tan inaudita escena. Cinco de la mañana. Oscuridad total. Y en la plaza del pueblo ¡como 100 personas sentadas viendo una obra de teatro! Y a todo esto con los parlantes a todo lo que daban, por si acaso querían inducir a todos aquellos que disfrutaban de un sueño reparador a disfrutar del espectáculo crepuscular. ¡Maaaaae! Me hubiera quedado a ver si en realidad la obra era tan buena como para estar viéndola a esas horas, pero iba camino a encaramarme a una estupa para ver el amanecer y, en todo caso, mis actividades matutinas (con lo que a mí me gusta dormir) difícilmente en algún momento llegarán a ser escénicas. Mi teoría es que esta es una alternativa al televisor para los insomnes: en vez de prender el tele, esta gente se va a la plaza del pueblo y ahí cuenta con entretenimiento en vivo a cualquier hora. Myanmar: cultural hasta en horas que no son de Dios.
Los cigarros
O cheroots, como dicen los entendidos en la materia. Son suaves, a pesar de su imponente y verde apariencia.
La estupa/rotonda
En Costa Rica, al menos, es imposible tan siquiera imaginarse una iglesia en medio de una rotonda, en vez de tener una fuente de la hispanidad o un monumento a las garantías sociales. Pero en Myanmar eso es absolutamente posible: incoherentemente, en medio de todo el tránsito demencial de Yangon, es posible encontrarse una estupa (nada más y nada menos que un lugar de meditación) en el centro de una rotonda. Es más, la rotonda es la estupa en sí. He ahí, pues, las maravillas de la urbanización asiática.
La honradez
Lo digo porque, proviniendo de un país en que una mujer puede robarse un tele con tan solo metérselo entre las piernas en 13 segundos (sí, gente, el famoso video dio la vuelta al mundo), no es común para mí ver cómo aquí hacen ofrendas y las dejan en una indefensa caja transparente. Ha de ser parte de algún ejercicio de autocontrol budista, el cual todo el mundo aquí parece superar sin mayores contratiempos, porque los billetes nunca abandonan el mundo terrenal hasta que alguien, con autorización suficiente, los saque de su urna sagrada.
También, al menos en Bagan, fui testigo de otro ejercicio de autocontrol de incluso más voluminosas proporciones: esta especie de olla, a la cual se accede por una escalera (después de hacer fila, porque todo el mundo aquí es tan participativo, ya ven…) para, simplemente, echar plata.
Eso es lo que me hace sentir segura cuando viajo por Asia y la gente me pregunta si tengo miedo de que me roben… ¡Qué va! Aquí se portan súper bien: si aquí el budismo dice “No robarás” es “NO ROBARÁS” (eso también lo tiene el catolicismo, pero nosotros nos confesamos los domingos y todo tuanis). Yo no me confieso desde hace aaaaaños pero, en todo caso, no recomendaría dejarme a solas con la olla de marras.
Women prohibit
Siguiendo con el tema de la honradez, es común ver que las mujeres tenemos prohibida la entrada a ciertos altares… Suave, suave… ¿CÓMO?
Así es. Discriminación sexual me he encontrado en todos los países, en mayor o menor grado, pero al menos en la pagoda de Phaung Daw Oo (donde adoran unas piedras a las que hasta les cuadra vestirlas a veces), no nos dejan entrar porque, según la explicación de un guía del lugar, las mujeres: a) somos superficiales, b) nos encanta el dinero y c) podemos robarnos las famosas piedras o, al menos, el oro que las recubre…. WTF? Pero bueno, tienen razón: ya les decía yo que no me dejaran a solas con la olla aquella…
Minitemplos
Y ya que hablamos de templos, aquí en el sudeste asiático budista se estila tenerlos por todas partes, sobre todo en miniatura, casi de bolsillo, quizás para evitar caos urbanístico y construcciones costosas y que todo el mundo tenga dónde espiritualizarse en caso de emergencia. Aquí vemos un ejemplo de templo justo en medio del lago, que parece ser exclusivamente para pájaros.
Los budas sin cuello
Aparentemente, durante el siglo XIII no estaba de moda tener cuello y es por eso que, especialmente en Bagan, es común ver budas con la jupa pegada directamente a los hombros. Muy contrario a las mujeres Padong quienes, a pesar de ser tan birmanas como estos budas, cargan con hasta 8 kilos de anillos para separarse las clavículas lo más lejos de la cabeza. Esos son, pues, los debates estéticos a que se someten las cervicales por estos rumbos.
Los budas en jaula
Al menos en algunos templos de Bagan puede ser que no hayan tenido malas experiencias con el robo de ofrendas, pero aparentemente sí con el robo de budas. Asumo que por eso los tienen en una jaula, aunque a mí me parece físicamente imposible salir corriendo con un buda (no es que todos estos maes sean precisamente de bolsillo, en especial los reclinados que, una vez alcanzado el nirvana, no los mueve ninguna energía universal ni a putas). O quizás ha de haber algún significado en la figura del buda enjaulado, que no se ha liberado de las ataduras del deseo y que vive en la jaula de su insatisfacción… O, quizás, es una cárcel de budas, que no se portaron muy bien en el nirvana y los mandaron de vuelta al mundo terrenal.
Las procesiones de monjes
Místico como no lo puede comprender en toda su espiritualidad y su gloria mi miserable alma occidental es este país (donde incluso se puede conseguir una visa de meditación).
De ahí se deriva la enorme cantidad de monjes. Todas las mañanas se les puede ver sonando una campanita en los barrios, pidiendo dinero algunos de ellos (algo que, hasta el momento, no he visto en ningún otro país asiático, donde esta modalidad de monje mendicante no es de las más divulgadas). Aparentemente, muchos se unen a las órdenes porque es una manera segura de tener comida, pero no porque sienten realmente el llamado, a no ser el de sus propios estómagos vacíos. En todo caso, se ven a menudo, incluso algunas veces en procesiones interminables, donde se acomodan, por orden de tamaño y edad, desde el más viejo, hasta el más pequeño, que suele ser tan solo un niño.
El baño en Inle Lake
Yo he orinado en todo lado donde la necesidad me ha apremiado. Pero nunca, nunca en un baño como este: precariamente construido sobre pilares anclados en el lago de Inle, constituye un hueco nada más que va a dar al lago en sí (a dónde más, cuando Inle es la legítima Venecia asiática; es más, Venecia debería llamarse “el Inle europeo”). Sí, al mismo lago, donde dos metros más allá, la gente toma su ducha diaria. Pero bueno, dicen que el agua todo lo purifica…
Las antenas de televisión
Las bufandas de loto
¡Oh, qué bonito! Una bufanda hecha de tallos de flor de loto, exclamo, sacando humildemente mi billetera para comprar una; conocida es mi debilidad por las bufandas… $400????????
US DOLLARS? le pregunto, infartada en mi austero corazón mochilero, a la muchacha de la tienda. Pues sí: $400. Cada fibra con la cual están tejidas estas bufandas es una fibra de un tallo de loto, 3000 aproximadamente por cada una, lo cual conlleva muchísimo trabajo… y muchísimo dinero. Lo mismo sucede con muchos otros productos en la tienda (la cual, obviamente, abandono con las manos económicamente vacías).
Los mercados callejeros
Las calles de Yangon son un mercado ambulante. Pocas son las aceras que se libran del libre comercio de objetos que, en la mayoría de los casos, son chunches viejos: tornillos oxidados (yo tal parece que me estaba quedando en la calle/ferretería), teléfonos inalámbricos de livianos pesos como 800 gramos y ¡cassettes! (correcto, único lugar que he visto, en el siglo XXI, en que aún se venden más allá de tiendas vintage). Luego de Tailandia, supuse que ir a Myanmar sería regresar 20 años en el tiempo… y tal parece que lo conseguí.
Y ya que hablamos de las calles de Yangon…
El omnisciente marrón
Solo en el lejano y salvaje oeste y en Myanmar el vicio de mascar tabaco debe estar tan poderosamente extendido. Es correcto: a tan sólo segundos de la llegada a Myanmar (con suerte al mismo tiempo en que te estampan el sello en el pasaporte), te darás cuenta cómo el marrón hábito colorea las sonrisas birmanas de un homogéneo color café y el suelo, armoniosamente, comparte la misma pigmentación.
Y, por último, la incomprensible suéter de este mae, anacrónica e incoherente:
O por si no les quedó claro:
2 Comments
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Hola! Me llamó mucho la atencion el comentario que hiciste en la foto del muchacho con la sweater con diseño de esvasticas. Pues es el significado que tiene para los orientales difiere mucho del que tenemos los occidentales. Para nosotros no suele ser mas que el simbolo del movimiento nazi… pero la para cultura budista tiene un significado mistico y espiritual desde miles de años antes de que a Hilter se le ocurriera usarla. Aqui te dejo un link que a mi me ayudo a entender mas todo ese asunto. Pura vida! Pd: me encantan sus blogs!
Ah! Me falto el link! Jaja
http://leticiaencinas.blogspot.com/2009/02/la-esvastica-simbolo-de-buda-o-de.html?m=1