El pensamiento que te impide viajar

El pensamiento que te impide viajar

 

“Si viajar fuera gratis, nunca más me volverían a ver”. ¿Se han cruzado con esa frase en su muro de Facebook? ¿O, incluso, ustedes mismos la han posteado?

Obvio. Ese es el verdadero impedimento para viajar: ¡la plata! Porque, al parecer, viajar es un privilegio para quienes se encuentran sentados en la cúspide de la pirámide económica. Como si los primeros pobladores de América no hubieran cruzado el estrecho de Bering desde Siberia con la tecnología que ofrecía, nada más y nada menos, que la última glaciación. Como si Cristóbal Colón no hubiera tenido que ir a pedir un préstamo a Isabel la Católica para embarcarse hacia las Indias y llegar a América por el otro lado. Como si jamás hubiese habido migraciones en la historia de la humanidad. Como si yo no viniera de Hatillo y no hubiese sido criada por una madre soltera y hubiera tenido siempre el salario del gerente general del Banco de Costa Rica (ahora que está tan de moda el temita de marras).

 

Ruta Quetzal Sevilla 1998 Viajar blog de viajes
El primer país que visité fue España, gracias a una beca de un programa de estudios muy peculiar que se llamaba Ruta Quetzal en el año 1900-qué-te-importa. Actualmente, se conoce como Ruta BBVA. Se realiza cada año. Juntan 300 adolescentes de América Latina y Europa y los llevan a acampar por España y países de América Latina, todo pago. En mi año, fuimos 3 ticas. Una de nosotras se regresó, porque no lo aguantó: no es un viaje para nada fácil. No es fácil, porque las condiciones pueden ser muy duras: hacés caminatas por horas, comés mal, te enfermás, echás de menos tu casa. Yo quería regresarme también, porque extrañaba Costa Rica terriblemente. Pero si querés devolverte antes de que termine el viaje o te portás mal, el tiquete de vuelta lo tiene que pagar tu familia. Mi mamá no podía pagarme el boleto de vuelta. En el aeropuerto, antes de irme, me dijo: “Usted o se porta bien o se regresa nadando”.  Así que me tuve que quedar hasta el final. Pero sin ese viaje, no habría descubierto cómo mochilear y no tendría amigos que, tantos años después, son mis hermanos. En la foto, estoy con parte del grupo en Sevilla. Yo soy la de la esquina superior izquierda, la del glamoroso pañuelo rojo Rambo-wanna-be.

 

Si bien es cierto que el dinero es un factor importante, lo cierto también es que viajar no es gratis y, aun así, hay mucha gente a la que nunca más la vuelven a ver (como a mí) hasta que somos nosotros mismos quienes decidimos regresar. Y créanme: la gran mayoría de nosotros no somos, ni de chiste, millonarios. Cada vez vemos más historias en internet de personas que renuncian a sus empleos, venden todo y se van a recorrer mundo. Y no mueren en el intento. Como la mía. O sea, no soy precisamente la más original y la que inventó este movimiento: yo solo soy un borreguito más de la manada errante.

¿Qué nos diferencia de quienes no viajan? No es el dinero. Es que, un buen día, el lado derecho de nuestro cerebro comenzó a hablar más fuerte que el lado izquierdo.

 

El lado izquierdo de nuestro cerebro: donde todas las frases comienzan con un “pero”

 

“Sí. Yo quiero viajar”, seguro se han dicho en más de una ocasión probablemente, si es que están leyendo este artículo. Peeero… Peeero viene Navidad. Peeero tal vez me espero para ahorrar más plata. Peeero acabo de adoptar un perro. Peeero mejor me meto a un curso de portugués. Peeero…

 

Brujas Andrea Aguilar-Calderón Viajar Blog de viajes
El primer país al que viajé completamente sola fue a Bélgica, en 2004. No lo hice a propósito. Varios eventos salieron terriblemente mal y acabé sola. No tuve oportunidad de decir “pero”. Simplemente tuve que seguir. Me cagaba de miedo, la verdad. Pero poco a poco me fui acostumbrando. Luego volví 9 años después, pero esta vez con mi mamá. 🙂

 

Obviamente, en ocasiones, existen razones de peso para posponer un viaje. Sin embargo, también en ocasiones todos esos peeeros son pensamientos casi tiránicos que vienen del lado izquierdo de tu cerebro: el racional.

El lado izquierdo es el que se encarga de tu supervivencia. El que, durante toda tu vida, ha aprendido técnicas sobre cómo sobrevivir en sea cual sea el lado del mundo donde hayás crecido. Ese lado te dice: “Aquí has comprobado que podés sobrevivir. Mantenete dentro de lo conocido. Donde no hay peligros. Porque este es tu hogar”. Es ese lado el que te expone teorías lógicas para quedarte y no viajar. Como la plata.

El hemisferio izquierdo sirve para muchas cosas, pero en este caso, se atraviesa. No lo culpen: el mae los quiere proteger y, para él, proteger significa enviar todas las señales para que uno se mantenga dentro de lo habitual. No es que sea el villano en la jupa de uno.

Sin embargo, ahí hacinado, en tu cabeza, convive con el hemisferio derecho. El hemisferio derecho se encarga de los impulsos, de la creatividad, de los sentimientos. ¿A ustedes no les parece justo que, en vista de que los dos son del mismo tamaño, el derecho también tenga derecho (valga la redundancia) de acceder al poder, salomónicamente, como dueño legítimo del 50% de las acciones del cráneo? Denle chance entonces de que, para variar, el mae salga a escena y los sorprenda.

 

Cuando el hemisferio derecho comienza a hacerse escuchar

 

El hemisferio derecho fue el que empujó a los primeros pobladores de América a cruzar el estrecho de Bering (no en vano, ellos vinieron de izquierda a derecha desde Siberia). Fue el que empujó a Colón a subirse a un barco cuando había gente que creía que se iría en un guindo donde se acababa el horizonte. El hemisferio derecho es el que pone los pies de los viajeros en movimiento. Es el que me puso en movimiento a mí, al menos. No el dinero.

Si querés viajar, escuchalo y dale la oportunidad de que le dé la mano al hemisferio izquierdo para que descubra que, en otras partes del mundo, también es seguro. Porque en otras partes del mundo, hay millones de seres humanos donde sus hemisferios izquierdos les han demostrado que ahí también es seguro y sobreviven. O mejor aun: viven.

Y así, conforme viajés, todo tu cerebro comprenderá que es posible. Que a lo desconocido se le pueden restar simples tres letras, de la misma manera en que contamos 1,2,3 y saltamos a la piscina, y volverse “conocido”. Y que, el planeta, el mundo completo, es en realidad tu verdadero hogar.

 

Manali Leh Highway Himalayas India Andrea Aguilar-Calderón
Yo, en la segunda carretera más alta del mundo, en los Himalayas, camino a la región de Cachemira. En India, fue la primera vez que tuve un shock cultural. Y también la primera vez que sufrí un ataque de pánico en mi vida. Desde el primer día, me quería devolver. Pero de nuevo: no tenía plata para pagarme el tiquete de vuelta. Entonces, tuve que decirle al lado izquierdo de mi cerebro: “¡Cállese, hijueputa!” Al final, me quedé 4 meses en India y, hasta la fecha, es el país más impresionante en que haya estado.

 

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4 Comments

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Manuel Ramirez Quirosreply
at 3:03 pm

OK. Voy de abogado del diablo.. Camino a Cachemira no te alcanzaba la plata pa regresar, pero si para quedarte 4 meses o te buscás chambitas que te permitan ganarte el sustento en cada lugar? ¿O acaso el escribir provee réditos suficientes para sobrevivir frugalmente? Esa, mi querida Andrea, justamente ESA es mi gran duda..
Gracias miles.

Andrea Aguilar-Calderónreply
at 8:15 am
– In reply to: Manuel Ramirez Quiros

¡Hola Manuel! (AKA: abogado del diablo) 😉
Muchas gracias por el comentario. Te respondo: cuando comencé a viajar, lo que hacía es que un año trabajaba en Costa Rica durísimo, ahorraba plata y al siguiente año me iba a a viajar. Así iba: alternando. Luego, comencé a trabajar en lo que saliera en los lugares que iba: yo he limpiado pisos, trabajado en construcción, en jardinería, manejando camión, en lo que fuera saliendo, en fin, un largo etc. Más tarde, empecé a trabajar online, escribiendo artículos, haciendo traducciones, correcciones de estilo y en fin, otro largo etc. Precisamente en esa transición estaba cuando me fui a India: primero estaba en Europa. Trabajé en un hostal en Portugal un par de meses. Luego me fui a Alemania y trabajé en un hotel para perros (sí, para perros). Cuando ya me estaba quedando sin plata, como Europa es muy caro, decidí irme a India, que es súper barato (uno de los países más baratos en que he estado, de hecho). Entonces con lo que tenía ahorrado de Europa, pude sobrevivir el primer mes. El resto de India lo hice porque comencé a trabajar para una compañía que hace perfiles falsos para websites de citas en internet (aunque usted no lo crea). Con eso, sobreviví los 3 meses restantes. Actualmente, tengo teletrabajo más estable con agencias de publicidad, con revistas de viaje y así. El truco está en viajar también a países baratos. Yo nunca he estado, por ejemplo, en Noruega, en Japón o en Australia. No lo puedo pagar. Pero en Asia uno vive bien con muy poquito.
Espero que eso aclare tu duda. Saludos y gracias por comentar.

Israel Tejadareply
at 4:16 am

Mija! Jaja cómo qué con agencias?! Actualmente es la Content Lead Digital Regional para Porter Novello Centroamérica y Caribe! El talento se busca y se paga no importa a donde esté.

Muaaaaahhhh!!!

Mary Anthonellareply
at 12:38 am

😣😣😣😣😣 tengo 20 años pero desde que tengo uso y razón he querido ir a otros países cómo:Turquía,India, Arabia Saudita,Grecia y demás países de medio Oriente quiero conocer su gente y cultura pero aún no termino la universisdad y sólo tengo un trabajo de medio tiempo…y me da mucho miedo no poder lograr hacer lo que en verdad quiero … aunque no tengo el sueño de la mayoría de chicas de mi edad de casarse tener hijos y blablabla… 😩😩😩 quiero hacer algo diferente con mi vida quiero experiencias, quiero vivir algo desconocido… pero por ahora no se por donde empezar 😭😭😭😢

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